LA MATERIA ¿EL CARRITO ORBITAL DE LA ENERGIA...?


Considerando a la materia desde el perfil de transportador de masa dinámica o compensador de los desequilibrios energéticos veremos que las diferentes interacciones o fuerzas actúan de mayor a menor en función de las condiciones del medio.

El electrón transporta la carga de fotones desde el núcleo a la periferia de interacción del átomo o molécula, compensando en lo posible con los cambios de su órbita los desequilibrios entre el núcleo o los núcleos y el entorno atómico o molecular. El cambio de órbita equilibra en lo posible la estabilidad del conjunto atómico o molecular, de forma que traspasa energía cinética hasta el nuevo equilibrio ya sea de dentro a fuera o de fuera a dentro de la estructura.

Los diferentes tipos de interacción son básicamente el mismo proceso: las partículas compensadoras por desplazamiento orbital interaccionan equilibrando los niveles energéticos internos con los externos.

No queremos decir que no existan otros tipos de pulsación de materia-energía en el Universo; si bien, y sobretodo, en la física de partículas, lo que podríamos denominar pulsación orbital mantiene una regularidad muy selectiva que permite ser perdurable y además flexible a las variaciones del medio, permitiendo partículas estables. Como es lógico, la energía y la materia en cualquiera de sus formas están sometidas a la selección natural y las formas estables lo son por perdurables y, por tanto, formas de almacenamiento y transporte de energía-materia que facilitan la reducción del conjunto de interacciones del Universo, es decir, su causa fundamental, el máximo equilibrio termodinámico.

Dentro de las tres interacciones definidas como principales, las partículas comunes que actúan son: las intra-nucleares serían los denominados gluones; intraatomicas, en común, los electrones; universo exterior, la interacción termogravitatoria que ya aclararemos...?, podrían quedar en el tintero otros tipos de interacción, de incluir la nuclear débil, los bosones W, Z y en circunstancias de transición o menos estables otros tipos de bosones, leptones, etc...; pero la necesidad de simplificación a las tres interacciones principales más estables, las que nos permiten simplificar la comprensión del universo más o menos permanente, son las indicadas.

Hemos de entender que los sistemas de partículas estables son los simplemente perdurables, de ahí que subsistan. Los sistemas orbitales que subsisten en cualquier nivel del Universo proporcionan estabilidad al conjunto termodinámico que albergan. Incluso en los sistemas estelares, los planetas como Júpiter equilibran con su interacción con el Sol la estabilidad de nuestra estrella en sus ciclos termodinámicos-orbitales.

LA VARIABILIDAD DEL SOL ¿DEBIDA PRINCIPALMENTE A JÚPITER...?

Es evidente que muchos sistemas estelares binarios no cumplen con los límites de masa o la relación masa-luminosidad aceptados para las estrellas individuales. Por otra parte, las binarias “simbióticas” presentan una actividad creciente en función inversa al cuadrado de la distancia que las separa. En resumen, se puede afirmar con muy elevada probabilidad que la proximidad de las estrellas entre si incrementa su luminosidad y temperatura, incluso su actividad eruptiva, como se observa en Eta-Carinae, entre otros muchos ejemplos.

De hecho, es cuestionable que una estrella o un sistema macro-estelar pueda ser pulsante sin estimulación externa, ya que si se trata de un sistema aislado, debería alcanzar un equilibrio termodinámico progresivo hasta que simplemente dejara de ser pulsante y si lo es con cierta regularidad es probable que se deba a la influencia termo-gravitatoria de ¿quizás un satélite...?, lo que convertiría a muchas estrellas variables pulsantes o eruptivas en algo binarias.

Nuestro propio Sol es una estrella algo variable con un periodo de actividad que nos recuerda al periodo de traslación de Júpiter. Aunque la masa de Júpiter, una milésima de la solar, sea poco significativa comparada con la del Sol; su órbita, aunque poco excéntrica, lo aproxima durante el perihelio a media unidad astronómica menos al Sol que durante el afelio. Su influencia termo-gravitatoria no deja de ser, por tanto, un 20 por ciento superior durante el perihelio, lo suficiente para que el Sol experimente una mayor actividad que hace que la temperatura de la Tierra se incremente durante el máximo solar unas décimas de grado con relación a su mínimo. Los periodos de máxima actividad del Sol suceden cada 11 años con irregularidades, mientras el periodo de traslación del planeta es de casi 12 años, por lo menos es interesante dicha asociación. Júpiter presenta una influencia gravitatoria en función de su distancia al Sol superior y más asimétrica que la de los planetas interiores, la diferencia de menos de un año puede atribuirse a un modelo producido por el conjunto de las otras perturbaciones planetarias, sobretodo de los planetas interiores que acelerarían cerca de un año la actividad solar, produciéndose un periodo de resonancia secular cuando vuelven a integrarse los máximos solares con los perihelios que crearía super-máximos con un periodo entre 100 y 110 años. Naturalmente, la máxima actividad solar viene retrasada sobre el inicio del ciclo de perturbación unos tres años. Según lo dicho los próximos ciclos de actividad solar deberían ir creciendo hasta los máximos anterior y posterior a 2050. Se trata de poco más que teoría pero no carente de sentido.

UNIFICACION DE INTERACCIONES

Por más tradición que razón, se afirma que en el problema de los dos cuerpos, como si tal cosa pudiera existir más allá de la simple teoría, los planetas no se ven afectados aparte de por el Sol si no entra en juego un tercer cuerpo perturbador.

Se argumenta, por ejemplo, que la evidente hiperactividad geológica de Io, se debe más incluso a la influencia de terceros cuerpos, los otros satélites galileanos: Europa, Ganímedes y Calisto; que a la masa joviana, que probablemente lo deshaga y convierta en anillos en millones de años.

El problema es, si un planeta o satélite constituye una masa o un conjunto de masas dinámicas o potencialmente dinámicas no tan agrupadas como se cree.

Si tenemos un número de partículas o fracciones de masa o materia sometidas a un campo gravitatorio de una masa externa, sus trayectorias se verían afectadas de encontrarse libres por la masa perturbadora (suma de la masa de las partículas del cuerpo perturbador), de forma que se adaptarían a nuevas órbitas hasta equilibrar la perturbación.

Supongamos que dichas partículas integran una masa sólida indeformable. La cantidad de energía cinética no transformada en un nuevo equilibrio orbital se transformará en calor que es simplemente el aumento de la energía cinética de las partículas.

Este proceso se hace evidente cuando los satélites o cometas cruzan el denominado límite de Roche, llegando a la destrucción del cuerpo afectado causa probable de los anillos planetarios o, por ejemplo, en lo sucedido al cometa Shoemaker Levy 9 que se descompuso y redujo su órbita tras su aproximación a Júpiter para en su siguiente periastro chocar con el planeta en 1994. Este fenómeno es atribuido al denominado “efecto de marea”, efecto que se “olvida” cuando las distancias no son cortas.

Es evidente que cualquier cuerpo sometido a una perturbación gravitatoria experimentará cambios en su dinámica molecular o de partículas cuya suma de energía cinética (“direccional de órbita”) más térmica (“cinética transversal o de velocidad de las partículas”) será constante aunque la proporción de cada una de ellas varíe según la intensidad de la perturbación en función de la masa del objeto perturbador y cuadrado de la distancia en cada momento de la trayectoria. Si el astro sometido a la perturbación es rígido la mayor cantidad de energía se transformará en calor (cinética de las partículas).

Pero no es sólo la perturbación gravitatoria la que varía el equilibrio termodinámico de los astros en función de la relación entre el calor y la velocidad del conjunto de su masa (suma termodinámica), sucede lo mismo con el calor que recibe el cuerpo por radiación que variará su velocidad; por tanto, al conjunto de la perturbación de una masa sobre otra la llamaremos interacción fotónico-gravitatoria o termo-gravitatoria y al cambio de estado de cada astro tras la perturbación le llamaremos nivel de equilibrio termo-dinámico del conjunto de sus partículas, masa o suma termodinámica.

Además, en la temperatura interna de los planetas entran en juego diferentes transformaciones de energía: la auto-gravitación sobretodo en los cuerpos con formas ya esféricas, planetas de más de 100 kilómetros de radio, donde se comprime el núcleo por la propia masa pasando de energía potencial de masa a calor.

Cuando el núcleo de un planeta es masivo, como la Tierra, debe presentar elementos radiactivos y generar fisión nuclear, tanto más intensa cuanto más masivo sea el núcleo.

La proximidad del Sol o cualquier estrella sobre un planeta multiplica la actividad de fisión e interacción del núcleo que es patente cuando alcanza varios miles de grados por tener una masa de metales por lo menos no muy distante a la de la Tierra o Venus.

La independencia entre la rotación del núcleo y la superficie en los planetas, puesta de manifiesto por la inclinación del eje magnético con relación al geográfico, indica además una fricción de las capas internas que puede ser extrema en el caso de Venus.

La Tierra tiene una temperatura superficial 36 grados superior a la consecuente por su albedo. Júpiter y Saturno alrededor de 60 grados mayor, Urano+15 y Neptuno+8, pese a su gran distancia al Sol. Es difícil que los 36 grados de más de la superficie de la Tierra con relación a su albedo sean de naturaleza distinta al de los otros planetas masivos y se deba a efectos atmosféricos. En Marte la diferencia alcanza 18 grados, incluso Mercurio de menor masa y más semejante a la Luna es de+8. En Venus el incremento de temperatura nada menos que alcanza +485 grados, lo que hace que rompa todas las proporciones de los otros planetas. Es evidente que Venus está anclando su superficie al Sol, como se ha visto por el fuerte frenado de su rotación medida por las sondas Magallanes y Venus express.

Más información se puede encontrar en esta misma web, tanto en la sección de: Temas teóricos, como más comprobados o aceptados: “Nuestras noticias” C. de T.