DESCUBREN UN SISTEMA PLANETARIO CON SIETE PLANETAS SEMEJANTES A LA TIERRA EN UNA ESTRELLA ENANA ROJA EXTREMA


A raíz de una publicación en la revista “Nature” y de una preparada puesta a punto informativa por parte de la NASA, se ha puesto de manifiesto el descubrimiento de siete planetas de masa semejante a la terrestre en la estrella denominada Trappist-1, situada en la constelación de Acuario a unos 39 años luz de distancia.

Como es lógico, se trata de una estrella enana roja, con una masa de sólo un 10 por ciento de la del Sol y una temperatura rallando el límite de las estrellas enanas marrones, de 1200 centígrados.

No es el primer descubrimiento de este tipo. Se había encontrado algún que otro planeta de masa semejante a la terrestre eclipsando estrellas enanas de tipo M (enanas rojas), y muchos más cerca de 3.500, la mayoría con grandes masas próximas a la de Júpiter eclipsando o perturbando por su gravedad a estrellas mayores, incluso cercanas al tamaño de nuestro Sol.

En las actuales condiciones tecnológicas, sería imposible descubrir planetas como la Tierra girando alrededor de estrellas semejantes a nuestro Sol (tipo espectral G), ya que si los descubrimientos se hacen por la repetición de pasos por delante de la estrella, al girar a distancias próximas a 150 millones de kilómetros que nos separan del Sol, los eclipses deberían coincidir, con muy poca probabilidad, exactamente con el plano de observación y suceder con una periodicidad próxima al año, lo que requeriría tiempos de observación demasiado prolongados, además de ser prácticamente imperceptibles por el exceso de fulgor de las estrellas y el pequeño tamaño comparativo de los planetas.

Otro método de detección, como la variación de las velocidades radiales detectadas mediante espectrografía debidas al giro de la estrella alrededor del baricentro por la perturbación del planeta, seria imposible en el caso de un sistema semejante al Sol-Tierra, ya que la masa terrestre es insignificante para producir algún efecto en una estrella como el Sol e incluso muy difícil en una enana roja. Mucho menos posible es el descubrimiento por astrometría (variación en las coordenadas de la posición media de la estrella por el efecto de la perturbación gravitatoria del planeta) que requiere mucha mayor semejanza de masas, aunque este sistema permita la detección de planetas, sea cual sea su inclinación orbital.

El método ideal, el visual o fotométrico directo es imposible con los telescopios actuales y requerirá de un futuro gran telescopio orbital de óptica adaptativa, ya que la magnitud aparente de la Tierra a la distancia de las estrellas más próximas es de 30, imposible de resolver cerca de una estrella como nuestro Sol de cerca de 30 veces menos magnitud y con una separación inferior a un segundo de arco. Sin duda, serán necesarios nuevos grandes telescopios con mayor resolución y mayor capacidad de detección, preferentemente situados en el espacio.

Por otra parte, a distancias accesibles para los telescopios actuales, el número de planetas terrestres de estrellas mayores que las enanas rojas (tipo espectral M) es muy limitado, ya que se reducen a un 20 por ciento, por lo que la probabilidad de que se dieran las condiciones ideales para el descubrimiento serían menores.

El descubrimiento del nuevo sistema planetario, aunque no tiene ninguna semejanza al nuestro, tiene la virtud de ofrecer una gran muestra de siete planetas; por tanto, siempre habrá alguno que esté en una órbita más adecuada, es decir, en mejores circunstancias biológicas que el resto.

Aunque esté lejos de ofrecer condiciones para una vida compleja como la humana, no es absolutamente descartable la presencia de un planeta con vida aunque probablemente simple. No es imposible la presencia de agua en dicho sistema planetario, ya que el líquido elemento abunda en el Universo y estructuras complejas de carbono, ya que también se detectan en el espacio.

Por otra parte, además de su longevidad casi infinita, las estrellas enanas rojas son muy estables cuando alcanzan su fase ya equilibrada que en las estrellas enanas rojas diminutas sucede en una edad más temprana, Trappist-1 puede estar ya en esta situación, por su diminuta masa que la hace casi tan reposada como una estrella enana marrón. Las escasas variaciones fotométricas intrínsecas a la estrella así lo indican. Si no es así, por el contrario, su condición convectiva inicial es muy inestable, como en una olla de chocolate hirviendo con sus burbujas anómalas, los ciclos convectivos son variables y la magnitud o energía liberada por la estrella es irregular haciendo oscilar la temperatura de los planetas, lo que sucede sobretodo en las enanas rojas mayores.


LA ZONA BIOLÓGICA DE LA MAYORIA DE ESTRELLAS


La mayoría de estrellas con planetas que podrían albergar vida no son como nuestro Sol; un 80 por ciento de las estrellas más próximas y, por tanto, también del conjunto de nuestra galaxia son estrellas enanas rojas, cuyo modelo propuesto para separar lo necesario los planetas biológicos sería de 0,2 la masa del Sol, si bien cuanto más pequeñas son más abundantes y más fáciles para detectar planetas terrestres por la menor diferencia de masas y magnitudes.

Los modelos informáticos permiten obtener un escenario probable de planeta biológico con masa semejante a la terrestre cuya estrella tenga 0,2 veces la masa del Sol,

El planeta para estar en la zona biológica debería situarse a sólo un décimo de la distancia que nos separa del Sol, es decir a 15 millones de Km. (0,1 U.A). donde recibiría una cantidad de radiación semejante a la solar. En tales condiciones, el planeta se trasladaría alrededor de la estrella casi como la Luna con la Tierra, cada 26 días.

Aunque recibiera la misma cantidad de radiación, el diámetro aparente de la estrella para el modelo propuesto sería de más del doble del solar y cuatro veces mayor para la estrella Trappist-1. Por tanto, desde el planeta biológico de dicha estrella se vería un gigantesco sol rojizo muy oscuro, de cuatro veces el diámetro solar, pero aquí está el muy probable problema: los efectos producidos por la masa de la estrella serían mucho mayores que los que nos produce el Sol por su masa.

La influencia gravitatoria genera un efecto de marea mucho mayor que debería afectar a los planetas sobretodo tan próximos como los detectados en Trappist-1. Dicho efecto, haría sincrónicas las rotaciones con las traslaciones de los planetas, deformando sus masas y haciendo que presenten la misma cara a su sol, como sucede en la Luna con la Tierra o en Mercurio con el Sol.

Pero además, es probable, como se ha observado en otros exoplanetas, que las masas de las estrellas muy próximas calienten más a los planetas por dentro que por fuera, de hecho no es descartable que también sea así aunque en menor medida en nuestro propio sistema planetario, ya que la temperatura de albedo de los planetas es menor que la observada, sobretodo cuando los planetas no están anclados y por tanto no se encuentran en mayor equilibrio termodinámico y mantienen un movimiento de rotación independiente al de traslación, lo que debe hacer calentar los núcleos por acumulación de energía potencial.

C. de Torres.