EL CO2 DE VENUS NO ES LA CAUSA PROBABLE DE SU CANDENTE TEMPERATURA, LO QUE PONE EN DUDA LA IMPORTANCIA DEL CO2 EN LOS CAMBIOS CLIMATICOS


LA VELOCIDAD DE GIRO DISTINTA DE SU NUCLEO TODAVIA RAPIDO Y DE SU SUPERFICIE CASI ANCLADA CON EL SOL PUEDE EXPLICAR SU ELEVADA TEMPERATURA Y EXTREMADA IONIZACION, ADEMAS DEL SORPRENDENTE FUERTE FRENADO DE SU ROTACIÓN



La llegada de las primeras sondas interplanetarias soviéticas Venera a Venus, en los años sesenta, en plena carrera del espacio, sorprendió de forma extraordinaria a la ciencia mundial. La superficie de Venus presentaba unas condiciones insospechadas de elevada temperatura y presión, más de 450 grados centígrados, mientras que por su elevado albedo debían ser incluso inferiores a las de la Tierra. El CO2, dióxido de carbono, que constituye la mayoría de moléculas de su atmósfera, 60 veces más densa que la de la Tierra, fue inmediatamente culpabilizado, ya que generaba teóricamente un calor que se saltaba, en opinión de no pocos físicos, las leyes más básicas de la termodinámica. Más que un fenómeno fisioquímico de retención de calor, parecía que el CO2 de Venus fuera un extraordinario emisor de energía nuclear, que lo aproximaba a media distancia de la temperatura de una estrella enana marrón.


Como consecuencia, las antiguas teorías de Arrenius fueron desempolvadas y años después llevaron a lo que hoy día es la ciencia o la creencia del debatido cambio climático de origen antrópico, teoría que se ha convertido incluso en ideología ecologista, saludable en muchos aspectos; pero como la mayoría de las grandes ideologías que son capaces de mover muchos recursos económicos, susceptibles de especulaciones y fraudes generalizados de quienes tienen el poder de administrarlas.


VOLVIENDO A VENUS DESDE LA POLITIZADA TIERRA

Venus se encuentra en una situación muy anómala en comparación al resto de planetas de nuestro sistema solar. Es probable que Venus se haya anclado al Sol, por lo menos su superficie de forma reciente y su núcleo todavía gire a la velocidad histórica de la antigua rotación del planeta, quizás próxima a 24 horas en su origen.

El fenómeno de anclaje de los satélites o planetas cuando quedan atrapados de forma sincrónica los movimientos de rotación y traslación es un proceso probablemente corto y violento, en el caso de Venus, por la diferencia de rotaciones entre las mediciones de la sonda Magallanes y la Venus Espress, podría ser incluso inferior a un millón de años, un proceso muy rápido en términos astronómicos.

Cuando la sonda europea Venus Express alcanzó a nuestro planeta vecino, se vio que el meridiano previsto para la zona de observación, según la velocidad de rotación obtenida con la sonda Magallanes se había desplazado nada menos que 20 kilómetros. Tanto los análisis realizados con la sonda Magallanes a primeros de los años 90, como los más recientes con la sonda Venus Express daban valores demasiado distintos sobre la rotación del planeta para que se debieran a errores de observación. En términos astronómicos, los cambios tan radicales en la dinámica de un planeta resultan desconcertantes, de ahí que se hayan pospuesto respuestas hasta nuevos análisis.

De cualquier forma: el fuerte frenado de la rotación, la extremada ionización de la superficie del planeta, la elevada temperatura sobre la media de albedo que le corresponde, coinciden casi de forma inequívoca con la teoría del fenómeno de anclaje reciente del planeta con el Sol.

Por otra parte, ya las sondas Venera rusas descubrieron que la atmósfera del planeta era mucho más joven que la terrestre debido a la mayor presencia de isótopos radiactivos.

En el anclaje de un planeta, si tiene una masa considerable y por tanto fluida por la elevada temperatura interna, la superficie del astro queda fijada antes a la atracción del Sol, mientras el núcleo retrasa su rotación sincrónica por su mayor densidad.

En general, los planetas presentan una separación entre el polo magnético y geográfico que indica una elevada independencia entre la rotación del núcleo y de la superficie, lo que se debe a la mayor fluidez de las capas intermedias. En el caso de Venus sería extrema, lo que indicaría que su núcleo se encuentra probablemente en fase de adaptación al anclaje general del planeta con el Sol. Estas circunstancias generarían una elevada fricción interna entre las capas que hace que su temperatura doble en grados kelvin la que debería tener por su distancia al Sol, además de presentar una extremada ionización consecuente, puesta de manifiesto sobretodo por los recientes hallazgos astronáuticos.

El modelo matemático podría ser coherente para un diámetro del núcleo inferior a 4.000 kilómetros que rotase en unas 50 horas.

La perdida de energía calórica tan intensa podría traducirse en un ligero frenado orbital que haría que su rotación externa sea por el momento ligeramente retrógrada, tal como se observa.

De hecho, en nuestro planeta, aunque en mucha menor medida, gracias a las nuevas “tomografías sísmicas” se observa un fenómeno semejante: el núcleo gira, además de en un plano distinto, a una ligera mayor velocidad que la superficie. Por suerte, el fenómeno de anclaje con el Sol en nuestro planeta es mucho menos intenso, gracias a la fuerte influencia gravitatoria de la Luna que independiza la perturbación gravitatoria de ambos astros, tal como se observa en las mareas. Por tanto, todavía deberán pasar muchos cientos de millones de años para que nuestro planeta quede en las dantescas condiciones de Venus.


De cualquier forma, con los nuevos hallazgos es muy poco probable que la extremada temperatura global del planeta se deba al infundado efecto invernadero provocado por su densa atmósfera de CO2, lo que ataca a las propias bases del cambio climático producido por el incremento del CO2 en la atmósfera terrestre, cuya densidad es, además de sólo un 0.04 por ciento ...


C. de T.